parte I


Uno escribe desde donde viene y yo hace tiempo que estoy intentando descifrar de donde vengo para saber para donde voy.

Me fui de argentina hace unos años, unos pocos, no tantos, no por elección mía, no a partir de un deseo profundo de abandonar mi tierra, sino porque tuve la oportunidad y no quise dejarla pasar. Quizás por eso y no por otra cosa mi visión de la vida afuera, del ser argentino en el mundo, no es la misma que aquellos que se van de este país ya cansados de su economía fluctuante y de sus 'problemas sociales'. Y lo pongo entre comillas a propósito porque desde que me fui no vi más que problemas relativos a los lugares donde he estado. No hay país sin problemas sociales, por lo menos para mí. Quizás la diferencia está en la raíz de esos problemas, pero a eso quiero llegar un poco más adelante.

Ahora les quiero contar que fue lo que flashe, como mi eurocentrismo cambió y desde donde es que yo me di vuelta como una media, para terminar tomando la decisión de venirme a vivir de nuevo al lugar donde pertenezco.

Yo vengo de una familia eurocentrista nivel dios. Sabemos que somos descendientes de los italianos pero somos más bien selectivos en cuanto a qué aspectos de la italianidad nos sentimos orgullosos y qué otros son propiamente argentinos, por lo tanto despreciables. Me acuerdo que cuando fui a Italia por primera vez deliraba con que estaba en casa porque los tanitos gritan mucho en la calle, son extremadamente maleducados y tienen un canto en el hablar muy parecido al nuestro. En mi casa eurocentrista esa irreverencia italiana no se reconoce como europea sino que es más bien americana, como si al venir a argentina los tanos hayan aprendido espontáneamente a ser unos mal llevados. Qué loco, pensaba yo, esta selección de rasgos y esta jerarquización de costumbres en las que las occidentales son más mejores que las americanas. Pero lo más loco fue cuando nos dimos cuenta que en verdad sabíamos poco y nada de donde veníamos. A mi hermana se le dio por hacerse uno de esos test de ADN donde salta la ficha de donde sos y los porcentajes. Dicen que son puras falacias, no sé, no viene al caso ver si son accurate o no. El tema es que ahí se vio que no somos tan tanitos como creíamos que éramos; aparentemente somos más franchutes que otra cosa. Según el test somos franchutes, en segunda instancia tanitos y después hubo dos porcentajes altos que me llamaron la atención: tenemos sangre guaraní y sangre mapuche. Que tenemos sangre aborigen ya sabíamos, porque acá ninguno es blanco rosa, todos tenemos algo de color. Pero lo que me llamo la atención es que sabemos muy bien de donde salen esa ascendencia guaraní y mapuche: mi abuela es correntina y mi abuelo de Neuquén. Chau, dos más dos es cuatro. Nadie sabe, sin embargo, de donde sale la sangre francesa esa, un misterio.

Yo me fui afuera diciendo que era hija de los italianos, bastante orgullosa de un pasaporte europeo que heredé de puro pedo. Me fui primero a Australia, país de blancos rositas, para darme cuenta primero que mi piel no es tan blanca como yo pensaba. Cuando me volví a vivir a argentina entendí que estaba recuperando todos los privilegios que había perdido cuando me fui afuera; ahora volvía a ser blanca, clase media y educada. Afuera yo no era considerada tan blanca, claramente no era clase media sino que era percibida más bien como pobre y mi nivel educativo no pinchaba ni cortaba, en vano había leído tantos libros de filosofía y de historia del arte; yo era una sudaca más. En este país de blancos rositas vi que los pueblos originarios de ahí vivían completamente excluidos de la sociedad blanca. Nosotros, como mochileros, teníamos más acceso al trabajo que un aborigen australiano. Me volaba la mente escucharlos decir que ya habían pedido perdón, como si eso fuese suficiente. Entendí que en argentina, si bien hay muchísimo racismo, también siempre hubo mucho mestizaje. Y gracias a ese mestizaje es que no me había dado cuenta antes de que yo no era tan blanca.

'you're no white enoug' me dijo un australiano una vez. Esa frase quedó grabada en mi cabeza, a qué se refiere con no ser suficientemente blanco? Me fui de argentina en su momento sin saber casi nada de Australia, del mismo modo en el que ellos no saben nada de nosotros. Descubrí estando afuera que para ellos, para los extranjeros, argentina forma parte de una masa uniforme que es Latinoamérica, una masa homogénea a la cual les escanta estereotipar bajo la figura del 'latino' que normalmente es más específicamente un centroamericano. Es raro incluso decirse sudamericano porque para los otros americano es un yanqui y desconocen completamente del hecho de que América sea un continente entero y no un país. Conocen muy poco de nosotros, pese a nuestro orgullo maradoniano, pensamos que somos los mejores del mundo porque el DIego y Messi, pero cuando salís de la burbuja te das cuenta de que quizás sí sepan que en argentina el futbol es importante, pero poco saben de la ubicación geográfica de uno de los países más grandes de Sudamérica. Tampoco saben mucho de nuestro idioma, aunque no sea nuestro originariamente, no saben que acá se habla castellano y más de una vez me han preguntado si en Latinoamérica no se habla portugués. Pues no mi ciela, acá hablamos con la ye y decimos vos en vez de tú, eso los marea un montón. Me han llegado a preguntar si eso que yo hablo en realidad no se llama mexicano y yo, sin mucha paciencia, les he intentado explicar que no, que de hecho mexico y argentina están entre medio de otros tantos países latinoamericanos que ellos deciden ignorar. Y no es personal, no es que los australianos hayan decidido eso, ellos son hijos fieles de los ingleses y los ingleses son expertos en seleccionar qué se sabe del globo y qué no.

Después de pasar un año trabajando y viajando en Australia decidí mudarme a Irlanda y ahí, donde los blanco-rosita abundan, tuve la oportunidad de charlar con una irlandesa que me dijo algo muy importante respecto este tema:

-hay una decisión política de que los ingleses no sepan lo que el imperio hizo con sus colonias, por eso ellos vienen acá y no entienden por qué no los queremos.

Pensé en ese momento que esa idea se aplicaba a todo y explicaba muchas cosas. Así como en Inglaterra (y sus colonias o semicolonias como Australia) hay una decisión política, de educación nacional, que decide ignorar los desastres del imperio alrededor del globo, así también en Argentina hay una decisión política de que nos enseñen más de Europa que de América latina. Nuestro sesgo viene de la educación, porque la educación, siempre al servicio del poder y la hegemonía, ha decidido ignorar 500 años de colonización y 2000 años previos de vida americana antes de la llegada de los españoles, es pos de contarnos detalladamente en qué consistieron la primera y la segunda guerra mundial. Don't get me wrong, no quiero decir que no hay que saber de historia universal, pero lo loco es que eso que se dice universo no es más que Europa y/o occidente o lo que ellos consideren que es occidente. Y hago esta aclaración porque así como los australianos piensan que América es una masa uniforme, así también nosotros percibimos a África, Asia y Oceanía, como una gran masa donde solo algunos pocos países se destacan, el resto es un estereotipo que unifica culturas ricas y diversas. Quizás lo que más me sorprendió de esa homogeneización de las geografías es que incluso respecto a Europa mismo tenemos ese sesgo; nadie habla de los países de Europa del este, los únicos que conocemos son los que han tenido colonias a lo largo del globo, en nuestra naif idea de que es Europa, Lituania o Macedonia no tienen lugar.

Le dije que no tenía nada que hacer ahí con él. Que más vale escribirlo como ahora y ahorrarme la trasparencia para la literatura barata y mal escrita esta. Que no pretendía una comprensión de los hechos y virtudes, y que nada es tan así, que todo es una pura y puta exageración. Pero que sus besos sí me habían gustado y que posiblemente quisiera besarlo de nuevo. Decía que tengo momentos de suma felicidad. Como si se llenara algo. Vaso. Tanque. Entonces creo que soy feliz, que qué bueno leer Camus, que qué maravillosos amigos que tengo, que qué bella que es la vida, que qué bien todo. Y bajo. Dosmilvoltios. Bajo a la soledad absoluta. Al desierto oscurito este. Nocturno y oscurito. Opacado por eventos y sucesos geniales de día y birra. Y bajo. Me siento agujero en el pecho y saliva en mis labios. Bajo. Con las manos pesadas y la espalda colgante. Bajo tresmilvoltios. Quinientos. Dos y tres más. Bajo. Vuelvo a la realidad y me vuelvo a bajar.

Estoy en el umbral de tolerancia de mi problema de este momento, right on the top. Me puse a buscar en internet artículos tipo “cómo saber si estás enamorada” y dicen pelotudeces sobre imaginarte un futuro y pensar mucho en el chabón. Gran noticia. Este forro está en mi mente desde hace dos años y no puedo extirparlo porque, por otro lado, es el tipo más piola que conozco hasta ahora. Me hice una cuenta en una app de citas a ver si me olvido del susodicho y me consigo un noviecito, fue un viaje into the bizarre world of the citas. La primera vez chateé con un chabón que no tenía una foto suya. Ustedes saben, estas aplicaciones funcionan onda catálogo de personas. ¿Te gusta mi cara? Sí. Entonces “hola, cómo andás?” y las demás giladas propias del chamuyo. Este no tenía foto de su cara, había puesto una foto de Volver al futuro. Yo dije “que bueno que no pone fotos de él re cat, parece copado”. ¿Parece copado? A casi todo el mundo le gusta Volver al futuro, por eso es un clásico. Mi criterio de lo copado estaba siendo bastante flaco la verdad. Hablamos y quedamos en tomar unos mates en Plaza San Martín. Fue una tarde de otoño, hacía un poco de calor y su referencia para que yo lo pudiese indentificar, dado que no conocía su cara, era que tenía una campera de cuero. Cita a ciegas mal. Cuando lo vi entendí por qué no tenía una foto suya, era feo o lo que convencionalmente uno diría feo. La belleza está en otras cosas y no en la superficie de la cara ustedes dirán y yo coincido, así que intenté no hacerle caso a mis prejuicios y tomarme unos mates con este buen hombre que acababa de conocer. Su problema no era su fealdad convencional sino su mala onda, porque, hemos visto, la belleza es más bien una cuestión de actitud. Al menos el tipo de belleza que me interesa, no el de las pasarelas, no el hegemónico.  Este chabón era terriblemente mala onda, con la vida, con su familia, con su trabajo, con las mujeres. No funcionó. Tomamos dos o tres mates y me fui a mi casa. Me escribió un par de veces y, como buena campeona de la evasión, nunca respondí. Al tiempo, como todos, entendió el mensaje de mi silencio y dejó de escribirme.
La segunda vez chateé muy pocas palabras con un chico al que conocí casi de inmediato. Listo, es la mía dije yo. Me olvido de este idiota y se va todo la goma. Pero no. No sé que pasa que no me enamoro de otro. Salí unos meses con mi segunda cita telefónica. La dificultad estaba en que prácticamente no lo conocía y me vi forzada a que me guste todo de él. No sé de dónde saqué esa idiota idea, ¿de la cultura quizás? No estoy segura de qué carajo sea el amor pero estoy segura que no es eso, no es imaginarme que me gusta alguien y menos que menos forzarme a que me guste alguien. Sigo creyendo que el amor debe ser otra cosa.




Escuché recién que alguien decía ‘my story must be told’ y pensaba ‘mine too’. Estuve escribiendo mi historia todo este tiempo pero, como muchas, o todas, está ficcionada. Nada de lo que dije es cierto, nada de lo que escribí sucedió. Distorcioné las cosas para que cuajen en mi mapa mental, cosa de poder procesarlas mejor. Siempre fue más fácil así. So don’t, don’t try to see who is who in this twisted game. Ni ellos existen, ni yo soy tan así. Es todo pura y puta literatura.
Mi historia, la historia que me he contado, ya lo he dicho varias veces, es la historia de mis amores. Porque yo como mujer solo puedo definirme en función de otro, de un amor, de un x que no existe y que más bien funciona como una variable de individuo. Esto no lo digo yo, esto lo dice la cultura en la que vivo. Mamé a la perfección esa idea al punto de dudar de mí misma durante mis períodos de soledad y sentirme más estable durante mis períodos en pareja. Estable, qué palabra. Pero encaja perfectamente en lo que quiero decir, no me gusta pero encaja.
Este fue el año de la prosa feminista. Jane Austen y Virginia Woolf vinieron a decirme que yo también podía escribir. Antes pensaba que escribir una novela era hacer descripciones del mundo, esas eran las novelas que yo conocía. Ahora pienso en que esas otras novelas donde hay una riqueza en la descripción de la vida interna de sus personajes son, para mi, lo todo. Escribo una novela que ni sé donde empieza. Pero aun cuando no quiero ser descriptiva termino siéndolo. Quisiera dar rienda suelta a mi imaginación y escribir conversaciones donde x,  o alguno parecido, me declara su amor pero mi ingenio es pobre y solo me limito a contar con lujo de detalles nuestras salidas. Cuando salía con otro x tenía una caja de tesoros, guardaba ahí sus cartas y todos los envoltorios de las golosinas que comíamos, era más bien un pequeño basural.  Con x pensaba hacer lo mismo. Quisiera escribir una historia donde mi amor sea correspondido, como hace Jane Austen. Donde x no puede contener sus emociones, donde su cuerpo no puede olvidarse del mío. Pero en la vida real él es más bien frío, y quizás sólo lo sea conmigo. Todavía no entiendo su distancia porque para mí pasada una semana, un mes, no cambian mucho las cosas. Estuve llorando el fin de semana pensando en el amor, pensé en otro x, uno que ni conocí. Un x que sólo con palabras logró hacerme creer que algo existe. Soy una fantasiosa. Lloré cuando escribí sobre él, escribí sobre mi depresión, dije que había estado deprimida hasta que apareció él. Pero él nunca apareció, jamás me dio siquiera un beso. It is an instant while I decide what to do with my life. El amor es otra cosa distinta a esto pero no tengo idea qué es. Debo conectarme con algo más profundo, como cuando era chica y pintaba de tripas abiertas el mundo, al mundo. Algo se rompió y era demasiado grande y demasiado importante como para dejarlo pasar. Vos y tu vida, vos y este cuerpito que sólo vos sentís. Hay otros que saben de su poder, yo, en cambio, soy un mar de sospechas, de dudas. No es que quiero escribir una novela, es que ya lo estoy haciendo hace años. Las mañanas son el tiempo para mí.

Poner en duda la hipótesis del patriarcado no es moco de pavo, hay que tener ganas. Implica una posición política clara, el patriarcado es un sistema de opresión hacia las mujeres y ponerlo en duda es poner en duda el feminismo todo. Clarín viene a representar a los valores hegemónicos del heteropatriarcado y no es una sorpresa que busque la voz de una mujer para expresar sus ideas misóginas. ¿Por qué? Porque el primer salto que esto implica es pensar que todas las mujeres, por el hecho de ser mujeres, son feministas. Not, big mistake. Se ha dicho infinidad de veces: no se nace feminista. El otro problema que desencadena esta nota es que hace una especie de salto lógico; apelar a la ciencia como fundamento o garantía del conocimiento. ¿Qué ciencia es la que busca usar como modelo o referencia esta nota? Hablar de las ciencias y hablar de los estudios estadísticos a vuelo de pájaro es de una irresponsabilidad muy grande. Primero porque ese mundo que nosotros llamamos la ciencia no es una masa unificada con un mismo método, y esto es importante. Las ciencias exactas, que son las ciencias modelo a las que se apela en general cuando se quiere dar una impresión de seriedad en un estudio, usan el criterio de evidencia para sustentar sus hipótesis. Uno dice algo y lo sostiene con alguna prueba, alguna evidencia. Eso es, a grandes rasgos, la idea burda de ciencia que tenemos. La noción de evidencia no tiene el mismo peso en el caso de las ciencias sociales, porque es mucho más difícil probar algo o medirlo, entonces se implementan otros métodos para dar cuenta de un hecho. Cuando una es acosada todos los días en el trabajo, chistecito va, chistecito viene, que qué linda pollera, que para cuando salimos a tomar una birra, etc, ese hecho, el hecho del acoso cotidiano en el laburo no tenés manera de probarlo por medio de la evidencia. O sí, habría que poner cámaras, volverse un vigilante, no sé. Pero la cosa es que las ciencias sociales y el estudio del comportamiento humano no puede usar el mismo criterio de la evidencia que intentan usar las ciencias exactas. Ese criterio de la evidencia forma parte de las nociones que son propias de la idea de ciencia moderna, que implica a un sujeto de conocimiento que, bien explicaba Diana Maffía en su artículo Epistemología feminista, nos excluye a las mujeres, puesto que encubre un estereotipo androcéntrico del saber.
“Es interesante pensar que el sujeto político, el ciudadano, y el sujeto de conocimiento científico de la ciencia moderna, surgen al mismo tiempo (en el siglo XVII) con este mismo de sesgo de las atribuciones dicotómicas, produciendo un modelo de conocimiento patriarcal. ¿Cuál es ese modelo del conocimiento? El modelo de conocimiento es un sujeto capaz de objetividad, es decir, capaz de separar sus propios intereses y adquirir, entonces, esta visión de los aspectos del mundo sin ponerse en juego él mismo en la visión de estos aspectos. Una separación entre el sujeto y el mundo, donde el sujeto actúa como una especie de espejo, donde se reflejan las leyes del mundo y los objetos tal como son, y no tal como cada perspectiva los aprecia. La neutralidad valorativa, es decir, el sujeto en este mito de la ciudadanía, y también el sujeto de conocimiento de la ciencia, es un sujeto que no pone en juego sus valores y sus emociones a la hora de producir conocimiento o justicia, sino que los neutraliza. El sujeto es capaz de dominar su propia subjetividad, de borrarla, y simplemente dejar testimonio de lo que ve, para que otro sujeto pueda tomar su lugar y probar si eso que ha sido descripto es verdad o no. Es decir, lo que suele llamarse, control intersubjetivo: distintos sujetos pueden controlar lo que otros sujetos en la ciencia producen, porque cada uno de ellos es capaz de neutralizar sus emociones, sus valores, sus preferencias, sus inclinaciones, y producir, solamente, un testimonio de lo que ve.” (Diana Maffia. En contra de las dicotomías. Feminismo y epistemología crítica)
Poner en duda la hipótesis del patriarcado es tirar por la borda muchos estudios que vienen de la antropología y de la sociología, es, de alguna manera, cagarse en estos estudios. Pero hay algo más grave para mí en este artículo y es que la primer idea que tira esta nota es una suerte de multicausalidad para explicar el acoso doméstico, para no aceptar la tesis del feminismo que plantea que hay una división jerárquica de los roles en la sociedad que implica coerción, en vez de aceptar esa tesis, difícil difícil tesis, la autora propone abrir el espectro de causas, decir que son muchas, pero no especificar cuáles son. ¿Habla de las clases sociales, de las condiciones económicas en las que nacemos por puro pedo, de qué causas habla? Porque en todos los estratos, en todas las clases las mujeres y las sexualidades disidentes, a veces más a veces menos, sufren algún tipo de coerción y mal que le pese a la autora, muchos consideramos que eso se debe al simple hecho de ser mujeres, gay, lesbianas o trans, es decir que nos definen y nos jerarquizan por nuestra sexualidad.
Para mí este artículo es grave porque dice que las mujeres son las perpetradoras de la violencia doméstica y da una estadística para probarlo. Hace un tiempo entendí lo que era un sistema axiomático: uno acepta ciertos axiomas o ideas y a partir de esas ideas deriva o deduce otras. Bárbaro, uno acepta ciertos supuestos, por ejemplo “Dios existe” y luego hace derivar de la idea de Dios todo un sistema moral, esto no es nuevo. Esa es una de las maneras de generar conocimiento que tenemos, aceptamos supuestos y derivamos cosas, pero esa no es la verdad. Yo puedo aceptar como verdaderos los datos que propone la autora, pero eso no me lleva inmediatamente a la verdad, porque básicamente hay un recorte de qué datos se presentan en función de qué tesis se quiere defender. Cuando la autora da datos sobre violencia en parejas homosexuales está usando ese dato para defender su tesis  de que “el patriarcado es cuanto menos cuestionable”. El idealismo con el que cierra la nota para mí es un poco cínico, pedirle a las leyes que actúen sobre todos por igual, cuando el sistema penal y el sistema judicial tienen como modelo valores patriarcales es absurdo. Cuando uno estudia historia y ve que hasta hace 100 años las mujeres no éramos consideradas sujetos de derecho (menos que menos los gays, lesbianas, travas y trans) y empieza a pensar que este sistema económico tiene 300 años como mucho y que fue inventado por hombres para los hombres, cuando aprendés que las leyes las inventaron los burgueses para defender sus intereses y no para defender los tuyos, y vos pobre ingenuo que pensás que si vas a un juzgado a denunciar a  tu jefe cagado en guita onda el señor Burns quizás tal vez alguien te escuche, pero no, porque todos sabemos que no, que si no tenés plata estás fuera del sistema judicial y penal y que el patriarcado no te va a escuchar, por eso se tiene que caer, porque es una estructura que tiene años aaaaaaaaaños de literatura, de ciencia y de datos para fundamentar su tesis de que los hombres están por encima en la escala ontológica. En un artículo super interesante, que comparto a continuación, explican cómo los mitos sobre las gorgonas sirvieron para adoctrinar a la sociedad griega en los valores patriarcales. Los invito a que lo lean.
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Hay una escena que me atormenta hace tiempo, es algo que contó un ex amigo con mucho orgullo hace años mientras fumábamos porro y tomábamos birra, “a ella por poco me la violé” dijo entre risas. Yo hace años no entendía qué querían las feministas o decía “a mí no me representan”, mi hermana insistía con sus lecturas feministas y yo tardé en entender que eso de lo que hablaban también hablaba de mi. Con ella nos tomamos el fino trabajo de repensar todas las situaciones y actos machistas que vivimos en nuestras vidas. El machismo de la división de tareas, el machismo que no reconoce en el trabajo doméstico un trabajo no remunerado y necesario para el capital, fue el primer machismo que pude ver. Ahora estoy viendo el de los abusos. El mismo chabón que se jactó de casi haber violado a una chica fue el chabón que se aprovechó de mí en mi momento de mayor vulnerabilidad. La culpa, asquerosa culpa, hizo que vuelva a tener trato con él y yo, con mis resabios de educación católica y esas ideas putrefactas sobre ‘ser buena con todos’, le dije hace unos meses que sería mejor que no haya rencores entre nosotros, que todo bien porque tenemos amigos en común. Amigos que encubren sus machiruleadas, porque ahora lo veo bien, veo bien cómo les machirules se cubren entre sí. Ese chabón, que yo consideraba mi amigo (porque no me quería a mi misma como para elegir bien mis amistades y me alcanzaba con que compartiésemos birra y música) dijo que casi se la violó porque ella estaba desnuda, la culpó por ser tan linda “¿qué hace desnuda en mi cama si no quiere coger?” decía y se reía.  No, amigo, no. No entendiste nada, probablemente quería coger con vos, seguramente, pero no así, no cuando vos digas, no como vos digas. Sexo y poder. Ese mismo chabón, que yo consideraba mi amigo, me dió un consejo de mierda cuando le conté que estaba en crisis con mi pareja, me dijo “deberías estar con alguien más” al rato me dijo “me encantaría que sea conmigo”. Ese mismo chabón, que yo consideraba mi amigo, me hizo prometer que no diga nada a mi pareja de su declaración, porque mi pareja era su amigo y él se había cagado en su amigo, se había cagado en mí y había pensado sólo en su pija. Durante meses callé. Sentí culpa, confusión y caos. ¿Por qué volví a hablarle después de tantos años? ¿Por qué le dije que estaba todo bien? Lo vi en una fiesta hace poco y vi cómo miraba a todos con su mirada lasciva, como buscando una nueva víctima, pero ya estamos grandes y nos conocemos entre todos, no hay lugar para su sexualidad acá. Su sexualidad es la del macho que coge todo lo que puede, como cuando Martin Fierro dice “todo bicho que camina va a parar al asador” pero con las mujeres, es el principio de la cosificación. Volví a hablarle por presión social y porque tenemos amigos en común, esos mismos que inocentemente se ríen de los cuentos de abusos del machirulo number one del grupo. Se ríen de sus cuentos y nombran a su sexualidad exacerbada con nombres extraños, para dar cuenta que él es así, que esa es su naturaleza, que tenemos que quererlo así puesto que no hay lugar para la disciplina con machirulos tan simpáticos como él. La disciplina dejémosla mejor para las mujeres, deben pensar sus homúnculos en sus cabezas. ¿Qué hago con mis amigues machirules? ¿Les hablo o les dejo de hablar? Cuando les conté a algunos de nuestros amigos en común que tal me había encarado, que yo estaba en pareja, que no daba, etc, todos, tooooodos me dijeron: “él es así”. Una vez más la disciplina no es para les machirules, a ellos se los acepta y se les festeja sus machiruleadas. Los hombres que me rodean son casi todos machirulos y quisiera, realmente quisiera, que dejen de serlo pero ese poder no está en mí. Quisiera entonces poder tratarme con hombres que no sean machirulos, que se cuestionen su sexualidad, que se cuestionen cómo se relacionan con las personas, que no me tilden de feminazi con una sonrisita mediocre propia del que se siente amenazado y por eso tira un chiste pedorro. Pero no sé si va a pasar. Quisiera que piensen seriamente si alguna vez no abusaron del mínimo poder que les fue cedido en un acto de intimidad ¿nunca abusaron de un alguien? Porque lo que yo cuento de éste, del machirulo number one que me tocó conocer, es moneda corriente en esa sociedad.
No puedo escaparme de mi nombre. Quisiera escribir y que nadie sepa quién es el autor. Me refugio en la idea de que las cosas bellas tienen que ser compartidas. Le tengo miedo al poder la palabra, cualquier cosa se convierte en un imperativo. Por eso el anonimato es una salida perfecta a mi miedo frente a la posibilidad de hacerme cargo de mi nombre y de que soy un algo que está y que tiene conciencia de sí.

  
¿De dónde viene la amargura? ¿Es la amargura de la soledad? Porque si estuviese en pareja vendría la amargura y yo empezaría a pensar que es porque mi pareja hace esto o lo otro. Ahora no hay nadie, there's nobody out there. Mi amargura viene y tengo que paliarla yo sola. No sé qué decirle, no sé qué decirme. La amargura viene y no tengo a nadie a quien abrazar y que me diga 'no pasa nada'. Tan simple como eso. Quisiera eso y no lo tengo, pero ¿qué he hecho en el último tiempo para que eso aparezca? Nada. Me la pasé diciendo y pensando que el amor no existe, que no los hemos inventado. Dije y repetí que el amor es una excusa para producir, que mis amores son variables, que jamás una constante. Ahora cosecho lo que siembro; cosecho soledad porque sembré amor en el lugar equivocado.  
Dice mi cuaderno: "solo quedaba x pero x se deshizo de mi". Vengo a dar cuenta de mi feroz histeria: quiero lo que no tengo. Me gusta un x que no me habla, al que no veo, al que no conozco, al que puedo crear a mi antojo. Me enojo porque x no quiere verme, no me habla y no me ideliza como en lo más podrido de mí espero. Si no puedo predecir las cosas, peor aún, si no doy con mis predicciones; me enojo. Se activó una vez más frustradamente mi sistéma doparminégico.  



Escucho a Macri que dice: “nosotros lo que queremos es crecer, crecer y crecer, cambiemos”.
¿Qué se esconde tras el uso de la palabra crecer?
Mi viejo escucha a Macri que dice: “nosotros queremos cambiar, crecer, porque lo que todos queremos es crecer” y refunfuña diciendo "¡Bah! No dice nada". Pero sí que dice. Tras el uso de la palabra crecer aparece el ideal de felicidad de la ética capitalista: la maximización del beneficio. La felicidad es la maximización de las utilidades. ¿A qué lleva creer que la felicidad está en la maximización del beneficio? Al consumo y crecimiento infinito. Crecer no es ganar en cantidad. Y cuanto más tengo más me comparo con el de al lado. Si tengo mucho paranoiqueo con que me van a querer arrebatar mis bienes. Compito con los demás por ser quien mejor maximiza sus utilidades y quien más rápido y efectivamente se llena de cosas. Propiedades de un sujeto que no existe. El capitalismo viene de la mano del mito del sujeto autónomo y con ellos la construcción de un ego fuerte. Ojo al piojo, autoestima no es lo mismo que un ego fuerte. Y cuando digo fuerte I mean it. Fortaleza, muralla, mi límite.  


Cuando era chica, cuando tenía entre trece y catorce años, deseaba haber nacido hombre. Pensaba que de haber nacido hombre todo sería más fácil, por ejemplo tendría mi propio cuarto, ergo: tendría mi privacidad. Las mujeres de mi casa no teníamos privacidad y no pudimos conquistar nuestros espacios privados hasta llegada la adultez y con ella la independencia económica, al menos en mi caso. Pero no estaba muy segura de por qué me imaginaba que ser hombre era más fácil más allá de que ellos tenían su propia habitación y nosotras estábamos obligadas a compartir nuestra intimidad. Sólo sé que tenía ese sentimiento en mí, que vacilaba entre culpa por haber nacido mujer y celos de los privilegios de los varones.
Cuando era más chica, cuando tenía entre diez y doce años, opté por volverme una niña machona antes que un pequeña histérica y creo que fue porque no sabía cómo ser femenina sin sentirme una boluda. Tenía amigos varones con quienes escuchaba música y compartía pavadas, uno de ellos dijo estar enamorado de mi en sexto grado y le pegué una piña por traidor. Yo lo consideraba mi amigo y pensaba que él se habia confundido al pensar que nuestra amistad era otra cosa. Teníamos once años y yo me enojaba porque me ponían en el lugar de 'la minita'. Mi reacción ante este hecho fue volverme más machona, ocultar mi feminidad, porque la consideraba una amenaza, y retraerme en la música y en el dibujo.
Cuando cumplí quince años mis viejos no podían costear un cumpleaños de princesa, pero yo tampoco quería uno: mi vicio a los catorce era encerrarme en el cuarto de mi hermano mayor (porque él sí tenía cuarto propio con equipo de música) escuchar nirvana y deprimirme. Mi cumpleaños de quince fue en mi casa, yo vestida de jean, remera y zapatillas topper y con la discografía de nirvana de regalo quinceañero. A los días del festejo mi primo se acercó y me dijo "a esta edad a los chicos ya no les gusta las chicas machonas". Esa frase, que seguramente mi primo olvidó por completo, para mi fue una visagra. Tener diez años y jugar a la luchita con tus hermanos, primos y amigos es una cosa, pero tener quince años y no ser una lady implicaba otros riesgos para la sociedad machista donde me crié. Significaba, por un lado, la amenaza de que sea homosexual, de que sea una torta; y, por el otro, implicaba el hecho manifiesto de que yo no seguía con claridad los modelos de conducta que la sociedad esperaba que siga. Tuve miedo de ser lo que era, una chica algo tímida, poco femenina y que no miraba rebelde way. Cuando de más grande una de mis amigas de la escuela me confesó que era lesbiana, y lo hizo con mucho pesar y dolor, sentí de nuevo que la gente esperaba algo diferente de nosotras: de ella esperaban que tenga un novio, de mi esperaban que deje de cambiar de novios como de calzones, porque una niña correcta elije un novio, lo conserva, se casa, tiene hijos y reproduce la familia burguesa sin chistar.
Esta sociedad, la sociedad capitalista, ataca y oprime a las mujeres y a todas las formas de disidencias sexuales con el fin de normalizar y estandarizar la conducta femenina porque nosotras somos las productoras y reproductoras de vida y por lo tanto de fuerza de trabajo. Por eso una nena machona cuyo objeto en la vida no era casarse y tener hijos, y su amiga torta, representaban una pequeña amenaza para la sociedad, para la ciudad conservadora donde nos criamos; y aquellos que, inconcientemente o no, inocentemente o no, reproducen los valores hegemónicos de esta sociedad patriarcal nos hicieron saber durante nuestra adolescencia que nosotras éramos una desubicadas. Desde entonces nunca super cómo ser femenina sin sentir que yo misma me cosifico.


Quiero encerrarme y esperar que el tiempo pase,
que me cubran las palabras, que los días me hablen.
Quisiera, además, poder predecir el futuro.
Busco en mis experiencias anteriores la referencia necesaria
que me permita predecir ahora qué es lo que va a suceder y cómo. 
Busco en los demás la predicción correcta y afortunada.  



Llevo la vida de una adulta, alquilo una casa, pago las cuentas. No pago impuestos porque trabajo en negro, en algún momento de mi vida me va a molestar mucho el cuerpo y entonces voy a querer un médico que me atienda rápido en una clínica limpia y eficiente, voy a querer estar dentro del sistema. Pero ahora no, ahora vivo sin documento. Me robaron el año pasado la billetera y nunca lo hice. Pensé en su momento "¿a ver qué pasa si ando sin documento?". No pasa nada. No tengo documento, no tengo obra social. También me robaron el celular, dos veces el año pasado, el primer año que gobernó Macri ¿será que somatizo lo que pasa a mi alrededor? Me robaron las llaves de mi casa y las de mi taller. Me robaron la bicicleta. También se me rompió la computadora que me había comprado y que no había terminado de pagar: welcome to the real world, Paula, it sucks. Pensé después de haber pasado por todo eso durante el mismo año en que ya no podían robarme nada, en que sólo quedaba mi cuerpo y que, hasta ese momento, nadie me lo había robado. Me sentí contenta entonces de tener tanta suerte.





Esto es como estar escribiendo un libro que tarda mil años en aparecer. ¿Qué sentido tiene nombrar las cosas si cuando no son es cuando más divertido es todo?
No sos una x, no sos una variable. Sos una costante de individuo, tenés un nombre.
Me dedico a escribir frases amorosas en el lenguaje de la lógica, mi tiempo es desperdiciado de la manera más tonta del mundo.








A veces odio las cosas que escribo. A veces creo que de escribir más podría decir con mejor exactitud, o mayor precisión, lo que necesito decir. Suelo decir “el punto es esto o aquello”. Suelo dar cátedra sobre la angustia pedorra y fingida que pocas veces he sentido. He sentido muchas más veces temor a la angustia, que tristeza en sí.
Solía despertarme triste y andar enteramente en la búsqueda de si tengo que inventarme por completo o debo aceptar que soy fingida y dejarme llevar. No he resuelto el asunto.  

Avispémosnos. Si hay un Encuentro Nacional de Mujeres, si las mujeres argentinas y de otros países de latinoamérica se reunen hace 31 años para discutir y debatir acerca de un montón de temas desde la perspectiva de género, es porque hemos sufrido años de invisibilización. Solo hace falta estudiar un poco de historia. Este año se propusieron al menos sesenta talleres diferentes, la mayoría se desdoblaron en por lo menos cinco comisiones. Mujeres y política, Mujeres y religión, Mujeres y trata de personas, etc. 
Pero ¿qué se conoció del Encuentro? Sólo se habló de que hubo represión en la marcha cuando pasamos por la Iglesia. Todo porque las que llamamos 'anarquistas', que sinceramente no sé si son anarquistas, fueron a bardear a unos que estaban rezando. Eran unos, eran hombres, era una pura provocación. Ellos estaban rezando por nosotras, atrás suyo estaban las vallas y atrás de las vallas los policias, que nos esperaban ansiosos. La Iglesia es la primera en reproducir el patriarcado; la mujer es casta o es madre. La Iglesia, que fue protegida por la policia de nosotras, de las violentas anarquistas y demases feministas, o 'feminazis' como les gusta decir, es una de las principales instituciones que reproduce los valores patriarcales. Dios es garantía de las políticas represivas del Estado, del control sobre el cuerpo femenino, desde cómo nos tenemos que ver hasta el control de natalidad y eso se tiene que acabar. El patriarcado, este sistema de opresión hacia las mujeres, germen del sistema capitalista donde la relación de opresión es moneda corriente, se tiene que acabar.

Antes de llegar a la Iglesia pasamos marchando y cantando por algunas dependencias estatales pero en ninguna había policias con escudo, balas de goma y gas lacrimógeno. A cada mujer que veíamos que no estaba marchando con nosotras y que nos miraba desde algún balcón o un vereda, le gritábamos: "mujer, escucha: ¡únete a la lucha!". Coqui ya me había contado que eso pasaba en la marcha del Encuentro de Mujeres, pero vivirlo es realmente emocionante.

Dijimos que las anarquistas fueron las que empezaron a bardear, esa es la explicación común pero no sé si es cierta. Creo que si hubiésemos llegado con la columna con la que marchábamos, nosotras los habríamos escupido también. ¿Qué tenían que hacer esos tipos ahí? Pero no llegamos, la marcha era de cuarenta cuadras de largo y nosotras, que íbamos a veces marchando y otras veces frenándonos para apreciar el fenómeno y tomar birra, estábamos constántemente metidas en columnas que intentaban llegar a la plaza pero que terminaban corriendo. Corrimos tres veces. La gente estaba asustada porque se escuchaban estruendos y había humo. Corrimos con miedo, la última vez fuimos dos cuadras Lucía y yo de la mano porque teníamos miedo de perdernos, encima Lucía iba con la guitarra a cuestas. Julieta perdió su saco en el impulso de salir corriendo. Eso fue en la primer corrida me parece, en la segunda se cayó y después nos sugirió que nos metamos en un café o que nos vayamos del lugar. No nos fuimos. Nos volvimos a acercar pero tuvimos que volver a correr, porque esta vez los gases avanzaban, o nosotras avanzábamos no sé, pero todo se volvió cada vez más peligroso y ya no volvimos a intentar llegar con alguna columna a la plaza que está en frente a la Iglesia y ver qué pasaba. Lara y yo queríamos ir a ver, más Lara que yo. Abril se había lastimado el ojo con el envase de la birra en una de las corridas. Después nos dijeron que hicimos todo lo que no teníamos que hacer en una marcha: tomar birra y meternos en cualquier lado. Pero nosotras estábamos de fiesta. Habían terminado los talleres, teníamos conclusiones hermosas por compartir, no podíamos más de emoción. Adiash, adiash emoción: volvimos a la vida real cuando pasamos por ese lugar.
Después de la marcha fuimos a la peña del Encuentro, pero no nos quedamos mucho tiempo, estábamos agotadas. Julieta y Abril agarraron la guitarra y se fueron en taxi a la escuela donde estábamos parando. Lara, Lucía y yo nos volvimos caminando, eran quince cuadras, no nos parecía demasiado. Pero era sábado a la noche, se sentía en el aire la tensión de una marcha con muchos incidentes y era obvio que esas tres chicas que caminaban por las calles de Rosario con pañuelos verdes venían del Encuentro de Mujeres. Cruzamos a tres tipos que nos miraron con caras raras, entre enojados y verdes. Los pasamos, nos miramos entre nosotras y comentamos la sensación de escozor que nos habían producido. Después pasamos por la puerta de un boliche, estaba lleno de gente. Cuando llegamos a la esquina pasó por al lado nuestro una camioneta doble cabina blanca, salieron por las ventanillas cuatro chicos, no sé si fueron más pero no creo que hayan sido menos, uno de ellos gritó:
"¡Hay que matarlas a todas!".




Ahora el lío es por un par de tetitas que querían tomar sol. Entonces algunas mentes retrógradas, rígidamente educadas en las normas patriarcales, llaman a la policia, que está bien ocupada se ve, para que le diga a unas chicas en una playa en Necochea, que las tetitas no se muestran, que las tetitas se esconden, que eso hace mal a la vista de los niños y ancianos. Gente en la playa, al pedo como bolsillo de manco, que se ocupa en decirle a los demás cómo corno tiene que vivir, pero que encima no ha indagado ni un poco de dónde salieron las normas que tan fielmente pretenden acatar.
El movimiento feminista tiene al menos trescientos años. Trescientos, en dos mil años y pico que contamos los occidentales con el calendario gregoriano. Hace trescientos años que las mujeres comenzamos a tener acceso a la educación, no es poca cosa y me parece que es por eso que algo empezó a cambiar. En trescientos años se logró que se discuta sobre la mujer como sujeto, como sujeto de derecho, sobre la mujer y el trabajo, sobre el trabajo doméstico y el cuidado de los dependientes (ancianos, niños y enfermos que caen sobre el cuidado de las mujeres sin chistar -fijensé sino las propagandas repulsivas de jarabes para la tos-), sobre la mujer, su cuerpo y su sexualidad, sobre el control de natalidad y el aborto.El movimiento de las mujeres avanza y este verano sucedieron dos cosas fenomenales que dan cuenta de ese movimiento: primero suspendieron el concurso 'cola reef', una buena noticia para la lucha en contra de la cosificación. Reducir a una persona a un aspecto mínimo de toda su compleja personalidad como si fuera una cosa, un objeto, un trofeo, no es algo que sufren las mujeres nada más; pero a las mujeres nos enseñan desde bien pequeñas que una tiene que ser casi una cosa inerte, que tiene que mostrar poco, porque sino es de trola, incluso si te estás cagando del calor. Nos enseñan cosas obsoletas, por ejemplo que un buen culo es importante, pero sólo en los concursos de belleza donde te exhiben como trofeo, que si andás en la calle sola tenés que tener miedo y más si tenés pollera, no sea cosa que venga un degenerado y te meta la mano, como decía mi abuela. Este es el segundo fenómeno genial que da cuenta del movimiento feminista: se armó un alto debate en la playa. La gente se queda discutiendo y diciendo '¿si no son tetitas con silicona no pueden ser mostradas?'. Trescientos años de feminismo tienen su peso y eso me da un poco de esperanza; pareciera que es cierto que finalmente se va a acabar el machismo patriarcal.


La semana que viene cumplo veintiocho años. Es inevitable que intente mirar hacia atrás y ver qué he hecho, qué tengo hasta ahora -como si de tener se tratase la cosa-. Tengo veintiocho años y no tengo un título universitario. Tengo, en cambio, cuatro cajas con dibujos que mi gata insiste en aplastar y usar como nido.
Soy mujer y eso me ha costado, iba a escribir 'demasiado' pero no es cierto. Sí es cierto que me ha costado. Pude, de alguna manera, repensar los acontecimientos que forman mi historia personal que tienen una íntima relación con el machismo y el patriarcado, de modo que no quede más que transformar lo dado. Tengo suerte de poder pensarlo. Las cosas que yo viví, me doy cuenta, son una representación más, una materialización más de los valores de la cultura en la que me crié. Cultura que, creo yo, está cambiando, hay que cambiar.
Pienso, tengo veintiocho años y sé que, al menos, he amado. No se puede decir que mucho ni muy profundamente, pero algo es algo.
Tengo veintiocho años y dibujo.
Pero siento que me dediqué al dibujo porque era más fácil de esta manera. Había aprendido a dibujar mirando los dibujos de mi papá en su cuarderno de primaria. Mi hermana, mi hermano y mi prima dibujaban. Incluso hay un cuadro pintado sobre un bastidor por mi primo cuando tenía diez o doce años, que mi mamá guarda en algún lugar de la pieza de mi hermano. La diferencia es que me yo me comí el fla', como dice la gente. La diferencia es que cuando tenía doce años decidí que iba a ser una artissssta e iba a dibujar super bien, que iba a aprender. Yo sé que era cuando tenía doce años porque estábamos en el salón del medio, donde cursamos tercer y séptimo grado, y yo estaba sentada en mi banco con el jumper gris y el pulover azul, en el del medio, en la fila que estaba contra la pared. Yo estaba sentada en el banco cuando decidí eso. Miraba un dibujo de no sé quién, ¿de Berni? Quizás. Lo miraba y pensaba -yo nunca voy a dibujar así- pero en mi fuero interno lo deseaba y acá estoy. Tengo veintiocho años y mi manija ha hecho que aprenda todo lo que pueda procesar mi cerebro sobre el dibujo y algo sobre el lenguaje visual.
Pero me aburre. Cuando escarbo más adentro de mis recuerdos sé que en cuarto grado, cuando tenía diez años, o nueve, pedía un piano, quería tocar el piano, me imaginaba horas tocando el piano. No estoy segura de haberle dicho a mis papás que quería un piano, quizás lo hice sólo una vez. Pero mi cuentito personal dice que a mi no me compraron un piano, que en vez de eso me mandaron a clases de dibujo, de plástica, de pintura. Odiaba plástica en la escuela y salvo el taller de Silvio, donde él me enseñaba proporción cuando tenía doce años, odiaba tener que pintar o cosas así. Aún hoy no estoy segura si lo disfruto. Sin embargo dibujo. Porque es más fácil.
La cosa es que ya pasó todo eso, ya no dependo de mis viejos, no puedo llorar ahora y decirles -mamá, papá, ¡quiero un piano!-. No va a pasar. Por el contrario tengo todo para ponerme a tocar; me mudé a una casa extraordinaria con una amiga que tiene un piano eléctrico. Se acabaron las excusas.
Sin embargo hay cosas que me gustan del dibujo; me gusta hacer retratos porque, no sé si se han dado cuenta pero, hacer un retrato es mantener viva a una persona. En el Museo Nacional de Buenos Aires hay una pintura de Rembrandt, un retrato de su hermana. La hermana es una gordita rechonchona, no es agraciada, pero tiene algo en los ojos y esa pintura sabe mantenerla viva. Mantiene viva la mirada. Eso es algo lindo del dibujo, de la pintura, es difícil conseguirlo pero es una alegría viva cuando se logra hacerlo.
Tengo veintiocho años y adoro la historia del arte, la historia de las imágenes. Cómo las diferentes civilizaciones materializaron sus valores, sus creencias, sus modos de entender el mundo, de recortarlo. Creo que eso es el arte y tengo suerte de aprender y de estudiar el lenguaje visual de esa manera. Pero dedicarme a sólo una cosa, solamente dibujar y comerme el flash del artista me parece que sería traicionarme, porque no soy eso. Siento con mucha fuerza últimamente que si tuve y tengo el privilegio de dedicarme a una actividad tan ociosa como el dibujo y, de a ratos, la filosofía; no puedo más que compartir ¿devolver? todo lo que tengo.
El fla' que se acabó es el del artista, no el de la actividad. Todas las cosas que yo creía que implicaban el concepto de artista me parecen hoy día una reverenda porquería. Nadie aprende solo, nadie tiene un don, hay gente que le dedica más tiempo que otra, hay gente que tiene acceso a la educación artística.
La pregunta es ¿por qué hay gente que puede dedicarse a cultivar sus sensibilidades?
¿Qué clase de poder es ese?
Los bienes culturales, diría un sociólogo.
That's it.
Hace tiempo que no escribo lo que verdaderamente quiero decir porque entendí que eso no existía, pero qué me importa.
He notado que durante toda mi vida tuve la tendencia autobiográfica esta. Me culpé por ególatra y dejé de escribir por ese motivo, mi egolatría canalizó por otros lados entonces.
Not.
Después de la filosofía y la muerte de los grandes relatos, del Dios de mi madre y de cualquier convención, incluso el amor; no hay ninguna historia to tell. Nada que decir.
He temido al sexo y a la racionalidad. Temo todo el tiempo a todo. No tanto, no al tiempo.
Del amor y de mis poderes sobrenaturales. Vi un chico e intenté seducirlo, mi madre no tiene razón; sí le puedo gustar a los chicos.
Quisiera deshacerme de todo esto. Por eso voy a borrarlo ahora mismo.
¿Qué hay detrás de todo esto? Behind the trees, the soul.
Hay intensiones por detrás de todo. Quisiera saber cuáles son las tuyas y si sabés que existen. No hay otro amor que el que se construye, no hay otro amor que el que yo imagino y te fuerzo a inventar. ¿Pero si de repente...? De repende nada, porque no existe. You choose, you chose.

Espera que la descubran
Llora si no la aman
Se desangra si la desnudan




Mi gato se da cuenta de mi tristeza. Se pone cerca mío e intenta moderme, pero instantáneamente se da cuenta de que me entrego al pequeño dolor que me ofrece y deja de intentarlo.  
Todo pasa y todo queda. De esto haré mil dibujos superándome y escribiré algún que otro poema alusivo y vendrá otra x, otra variable en mi vida, y seguiré buscando y mirando. Así parece ser la vida.



Ya no hay en mí el mínimo de esperanza, se agotó la espera. Temo y me angustio. Sé que no voy a volver a enamorarme. Entonces temo y me angustio. Voy a seguir besando cuerpos que a los meses van a ir cambiando. Voy a seguir dándole amor a completos extraños. Anoche me acosté triste sabiendo su respuesta: “El amor no existe, Paula, nos lo hemos inventado. El amor está sobrevalorado”. Y sin embargo la gente se enamora. Ama desesperadamente. Cree.
Yo los envidio. En mí no hay más que silencio, no hay más que vacío. Ya no queda nada en mí.
Podría preguntarte pero vas a ignorarme, vas a decirme que no hay tal cosa, que lo que hay son relaciones con un mote, que a vos los motes no te gustan y por eso más vale no nombrarnos, por eso más vale no decirnos. Quisiera transformarme en tu deseo. Una parte de mi sabe que eso no va a pasar. Sos así, no hablás más de lo necesario, no te arriesgás por cosas en vano, mi amor todavía no merece tu riesgo, tu movimiento.


Tiendo a hacer inferencias. Paso de lo particular a lo general. Cuando arribo a alguna conclusión, me veo tentada a universalizarla. Al universalizar mis conclusiones las estanco, poniéndoles el mote de eternidad. Entonces me cosifico, digo que soy esto o lo otro, me defino.
Al definirme saco una parte de mi, que estaba inmersa en una masa móvil para ponerla en un pedestal, abstraerla y adorarla.

Todo es aprendizaje. No hay nada en la vida más que el aprendizaje.


¿Por qué escribo todo esto? ¿Qué clase de historia me estoy contando? Porque si fuera otra persona la que me dice “che, me siento mal” no haría ningún escándalo mental. Y ahora lo estoy haciendo. Me estoy dejando morir una vez más porque x no existe e insiste en no existir para mi.


No hay nada que recordar.
Sólo su mano en mi costilla,
sólo su beso de despedida.

Donde tengo una mínima esperanza en un otro ése desaparece delante de mis ojos.
Entonces me esperan años hasta que aprenda a dominar mi deseo, hasta que aprenda a perder las esperanzas, hasta que me olvide de lo que son los besos. ¿Para qué los quiero si no duran más que una semana?
A veces creo que querer a alguien es pasarle el parte de lo que hice, de lo que pienso, pero rendir cuentas no es amar. Entonces me autovigilanteo y cuando me pasan cosas buenas pienso en contárselas a x. But there is nobody out there.
En realidad x era la chispa de esperanza que sostenía en la mano cerrada tipo buñuelo. Pero las chispas no duran mucho tiempo y ésta, como las demás, terminó por desvanecerse. Ahora ya no hay motivos para inventar una chispa nueva, para prender el fósforo. Para x fui pura contingencia, lo mismo que para y.
Se terminó la era de x, no sé de quién será la era ahora, pero no es más suyo el tiempo. Me cansé de su silencio de ultratumba.
La condena es para siempre y en verdad yo no sé qué es lo que va a pasar, no sé cuál es mi eternidad. No estoy condenada a amar sombras o variables, estoy condenada, y no eternamente, a vivir y tener experiencias. No siempre voy a amar a una idea, quizás algún día ame a una persona, con todos sus aciertos y falencias.



Amor me ha sacudido el alma,
 como el viento desde el monte
embiste a las encinas.
Safo




Se terminó la era de x. No sé de quién será la era ahora, pero no es más suyo el tiempo. Me cansé de su silencio de ultratumba.

Cosifico a la gente cuando digo que los quiero. Los vuelvo un objeto de mi poseción, les quito voluntad. Los quiero en tanto los pueda programar. No tengo relaciones con la gente, sino con las ideas que me hago de la gente. Mi manera de relacionarme es vigilante desde el vamos. Creo que querer a alguien es pasarle el parte de lo que hice, de lo que pienso. Rendir cuentas no es amar.
Entonces me autovigilanteo. Cuando me pasan cosas buenas pienso en contárselas a x. But there is nobody out there.

x encuentra un libro en la web que se llama “El arte blablabla” y piensa en mandarmeló. Entonces me dice "hola" y esas cosas.

Hoy vi a x serio en la calle, saludó con la mano, sin una sonrisa. Le contesté de la misma manera, seria, respirando por la nariz, sin frenar la bicicleta. No va a ser tan facil olvidarme de x, así es este amor imberbe.



Siento que hiciste un tajo en mi pecho y me robaste el corazón.
Entonces ahora ando apática.
Yo no sé nada, salvo mi corazón expuesto.
Quizás sea mejor que no sepas destos mis sentimientos, porque creo que te asustarías como todos los demás. Entonces sólo por eso, y por el miedo, debería dejar de beber y de verte.
Vos dirás que por qué vos y no más bien cualquier otro, yo me pregunto lo mismo.
Se ve que ya no tengo muchas más palabras para nuestra historia.
Será que puede ser amor, o puede ser cualquier cosa.
He ido aceptando en estos días eso que ya me habías advertido hace tiempo: que yo no era tu tipo, que yo no era un amor, que el amor no existe y que pronto I'll get over you.
Voy a llamarme al silencio, porque una palabra tuya pesa demasiado sobre mi.


Mis granos son como yo misma, nunca terminan su cometido, nunca maduran. Pasa algo aún peor; yo los rebiento, los exprimo hasta sangrar, de modo que no quede nada por madurar. Pequeña analogía de mi comportamiento. Yo misma me vivo rebentando para sacar todo dolorosa y brutalmente, en vez de dejarme madurar.



un texto del 2011 

Creo que dibujo porque soy profundamente incapaz de hacer otra cosa. Desearía poder tocar el piano. Se sabe, si no se sabe es porque no fue justamente deducido. Pero era evidente. Envidio a los músicos. Envidio los sonidos que escuchan cuando yo paso de largo. No sé si ellos envidian lo que yo veo donde otros no ven, pero pareciera ser que la música es la posibilidad de la comunicación que tanto espero. Y no la tengo, porque simplemente la escucho. Y me esfuerzo, realmente lo hago. Me siento y le dedico tiempo a la música. Pero creo que no llego a asomarme a ningún misterio, que tanteo el terreno desde muy afuera y eso me molesta. Me deja de lado. Eso es. Es. De nuevo ser. Ser desde el dibujo y en el dibujo. Si no lo tuviera no sería. Y sin embargo no es suficiente. Me duele la vista cuando dibujo mucho. Me molesta no poder seguir y que se me entumezca la mano. Yo no tengo callos, al menos si los tuviera los miraría y me diría: “están ahí, algo hiciste”. Pero no. Y cada dibujo, no es ni un atisbo de lo que pretendo que sea. Siempre me quedo a mitad de camino. A la larga siempre termino sintiendo lo mismo; que soy increíblemente triste. Que en verdad disfruto de esta soledad que me permite vivir. Pensaba en sentir, pero yo no siento lo que otros llaman y categorizan como arte, lo vivo. Se ve que lo vivo. Que lo he estado viviendo este último tiempo más que quizás nunca. No pienso en si toda mi vida vaya a ser así, no sé por qué no me preocupa si toda la vida vaya a ser así.